Extracto obtenido del célebre ciclo radial "No lo intenten en casa", el cual algún día volverá... espero...
Uno piensa que los preparativos para las vacaciones empiezan una semana antes de viajar, sin embargo se equivocan. Ya en diciembre comienza la lucha por esas benditas dos semanas de paz, tranquilidad y descanso.
¿Cómo es eso? Sí, en el mes de la navidad es cuando uno pelea codo a codo para que le toquen las primeras dos de enero, cuando ¡OH CASUALIDAD! La dulce vieja de 50 años de antigüedad ya te las cago. Rogamos porque las dos últimas de febrero estén libres, porque sino tendremos que viajar en marzo con el micro del PAMI y ni da para chupar mate y compartir los cañoncitos con dos abuelas jugando al dominó. Entonces, tras mucho negociar con el cadete que, caraduramente osa a ultrajarte esos 14 días en el edén, se da por vencido y obtenemos nuestras merecidas vacaciones.
Después de esa batalla y llegado el momento, armamos el bolso. Nosotros ponemos 3 remeras, 1 pantalón, 1 malla y el par de hojotas y estamos listos; pero, aparece nuestra dulce mujer que se lleva 15 bikinis, 8 pares de zapatos, 25 remeras y 13 pantalones… y nosotros que pensábamos que el bolso iba a cerrar bien.
Agarramos por la ruta 2 y hasta Mardel no paramos. Salimos a las 6 de la mañana, no sea cosa que nos agarre el cambio de quincena. Claro que no somos los únicos con la misma idea y terminamos atascados con una hora de fila a la altura de Chascomús y ya la vena va apareciendo poco a poco.
¡Llegamos a la Feliz!
El hotel como siempre un desastre y nuestra mujer que nos reclama ¡Pero, esto no es como en las fotos de la página! Y para que me lo decís si ojos también tengo.
Llegamos a la playa, al fin el descanso, el mar… la gente… ¡LA GENTE! 3 millones de almas atestando una porción de 8 metros cuadrados de arena.
Encontramos un lugarcito pa´ meter las cosas -después de quemarnos los pies con la arena a temperatura justa de ebullición- y tratamos de hacer relax. Relax que se ve frustrado por la familia Ingalls que tenemos al lado que vino hasta con el perro de la tía del primo. Los nenes, preciosos por cierto, corretean por ahí llenándonos de arena el cuerpo y con la mejor sonrisa nos decimos “que lastima que no traje el sable corvo”.
Llega el momento de meternos al agua. Al fin el hermoso mar que nos alivie el calor impío de un verano infernal. Detalle, el agua está a 2 grados bajo cero y a todo esto se te vienen todas las aguas vivas encima por lo que terminas internado en la salita del balneario. Y si en una de esas tenés un poco de suerte y no te agarra ningún bicho de mar, seguro te toca andar esquivando a los surfers que van de aquí para allá como si estuvieran en Hawaii y que se creen que la tablita si te pega de lleno en el abdomen ¡no duele!
Volvemos del es-pec-ta-cu-lar día de playa, nos pegamos un baño, se tapan las cañerías por los 2 kilos de arena que trajimos encima. Pero bueno, al menos podemos ir a cenar limpios. ¿Cenar dije? Si, con suerte y después de 1 hora de cola conseguimos una mísera mesa donde el pan más fresco tiene hongos con vida propia y un cartel que dice “Bienvenidos al mundial de Argentina 1978”. Nuestra cara cambia, pasamos de sonreír a mirar con odio, de un tono tostado a uno morado, y emulando a Michael Douglas en “Un día de furia”, tiramos la mesa al carajo, miramos a nuestra mujer y la estrangulamos porque fue SU idea la de venir a esta ciudad de la ostia, agarramos las piedras de pan y cual proyectiles empezamos a revolearlas matando a cualquier ser vivo que se nos cruza y finalmente las vacaciones se nos fueron a la mierda.
Otra actividad que nos llena de alegría y satisfacción es cuando tu mujer te sale con la genial idea de ir comprar recuerdos y alfajores para la familia… ¿¿¿PARA QUÉ???? Si siempre terminamos llevando el caballito de mar que cambia de color de acuerdo con el clima, o el frasquito de arena con la inscripción: “Recuerdo de la feliz”… Feliz para todos menos para vos, que pataleando cual niño con capricho, te resignas a perder un día más de descanso haciendo un mini shopping por la peatonal, rogando no pisar a un nene, para llevarle cosas a tu suegra que nunca quisiste. Y llega la última parada, los alfajores… Si, los benditos alfajores que son ricos, pero que no justifican una hora de cola para comprar una docena de dulce de leche, más ahora que los podes conseguir en el almacén chino de la vuelta de tu casa y son igualitos e inclusive no te llegan aplastados.
Desde ya les cuento que no veraneo mas en la costa, aparte me divorcie de mi mujer después de ese fatídico viaje y encima ahora tengo una úlcera, hipertensión y la Carótida tapada. Finalmente queriendo ser solidario con ustedes les propongo recordar que unas simples vacaciones, pueden ser el peor de sus males y les dejo una última recomendación: Cómprense una Pelopincho y disfruten de la soledad de su terraza.